lunes, 17 de abril de 2017

viernes, 14 de abril de 2017

REFLEXIONES PARA LA SEMANA SANTA- VIERNES

1. La celebración de la Pasión del Señor incluye hoy el cuarto de los cánticos del Siervo de Dios, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías (Is 52,13 - 53,12). El profeta, elegido por Dios y enviado a proclamar la paz y la justicia, se nos presenta hoy como un “hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros”.
Él es el justo injustamente condenado: “Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca”.
La lectura de este poema, precisamente en la tarde del viernes santo, prepara nuestro espíritu para la meditación de la pasión y muerte de Jesús, que hoy se proclama siguiendo el texto del evangelio de Juan.

2. En el Señor crucificado se nos revela la plenitud del amor de Dios. Según ha escrito Benedicto XVI, la cruz de Cristo es la nueva zarza ardiente, en la que se nos muestra el amor liberador de Dios.
Como dice el libro de los Números, los hebreos encontraron curación de las mordeduras de las víboras al volver sus ojos a la serpiente de bronce que Moisés levantó sobre un mástil en medio del desierto (Núm 21, 4-9). Del mismo modo, los seguidores de Jesús levantamos nuestra mirada hacia él, que pende de un madero por nuestra salvación (cf. Jn 3, 14s; 19,37).
Bien sabía Pablo de Tarso que el crucificado era escándalo para los judíos y necedad para los griegos. Pero él podía confesar que para los llamados, tanto judíos como griegos,  Cristo crucificado es fuerza y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24).

3. En este día damos gracias a Jesús por haberse humillado y hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (Flp 2, 8).
Dirigimos, además, una mirada compasiva a este mundo que pretende retirar la imagen del Crucificado, como si de ella viniera una maldición y no una bendición.
Ante la cruz de Jesús recordamos también a tantos hermanos nuestros que se ven obligados a cargar con las cruces más pesadas y son condenados a muerte.
Y, junto a toda la Iglesia, repetimos con serena confianza en su resurrección la oración con la que esta tarde concluye la celebración de la pasión del Señor:
“Dios todopoderoso, rico en misericordia, que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo, no dejes de tu mano la obra que has comenzado en nosotros, para que nuestra vida, por la comunión en este misterio, se entregue con verdad a tu servicio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen”.

                                                                        José-Román Flecha Andrés

miércoles, 12 de abril de 2017

DOMINGO DE PASCUA A

REFLEXIÓN-DOMINGO DE PASCUA. A 16 de abril de 2017

EL SEPULCRO VACÍO

“Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo sino a los testigos que él había designado: a nosotros que hemos comido y bebido con él después de su resurrección”. Este es el núcleo del discurso de Pedro en la casa del centurión Cornelio (Hech 10,39-41).
No son ideas abstractas. Son acontecimientos históricos los que recuerda Pedro. Cinco son los hechos que él quiere subrayar: Que Jesús pasó haciendo el bien. Que fue crucificado. Que Dios lo resucitó de entre los muertos. Que se lo hizo ver a sus discípulos. Que ellos compartieron la mesa con el resucitado.
¿Cómo no vivir con alegría la fiesta de la vida del Señor? Él era la piedra desechada por los arquitectos, pero ha sido elegido como piedra angular de  un nuevo edificio (Sal 117).
Por su parte, el apóstol Pablo nos invita a vivir con un talante de resucitados con Cristo, decididos a buscar solamente las realidades celestiales (Col 3,1). 

MAGDALENA

El relato evangélico pone ante nosotros la figura de María Magdalena. La piedad tradicional la identifica con otras mujeres que aparecen en los evangelios. Las leyendas y el cine la han visto como una hermosa mujer, pecadora pero arrepentida. Pero nada de eso subrayan los evangelios.
María es una mujer al parecer liberada por Jesús de alguna grave enfermedad. Movida por la gratitud, sigue al Señor desde Galilea hasta Jerusalén. Está fielmente presente en el Calvario y observa atentamente dónde ha sido colocado el cadáver de Jesús. Cuando acude al sepulcro, lo encuentra vacío y comunica la noticia a los discípulos del Señor (Jn 20, 1-9).
No es extraño que María Magdalena haya sido calificada como el “apóstol de los apóstoles”. Su voz sonaba como una profecía. Su anuncio nacía de la experiencia. Despertaba a los discípulos del desaliento en que se hallaban. Y abría ante sus ojos un futuro de esperanza que ni siquiera podían sospechar.

 EL MENSAJE

En este domingo de Pascua de Resurrección, el texto evangélico recoge las palabras que María Magdalena dirigió a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería: “Se han llevado del Sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto”. Un mensaje que parece nervioso y desesperado, pero no ha perdido actualidad.
• “Se han llevado del Sepulcro al Señor”. No es solamente que no se encuentre el cadáver de Jesús. Es que nuestra cultura pretende ignorar la vida y mensaje de Jesús. Más aún, desprecia la cruz y se niega a creer en el Resucitado.
• “No sabemos donde lo han puesto”. Son muchos los que no saben quién es Jesús y qué significa en la historia de la humanidad. Los mismos cristianos no siempre sabemos explicar el puesto que el Señor ocupa en nuestra vida.
- Señor Jesús, muerto por nosotros y resucitado para nuestra salvación, sabemos que no debemos buscarte en los sepulcros. Tú estás vivo y nos precedes por los caminos del mundo. Queremos encontrarte a lo largo del camino. Y anunciar con alegría tu presencia. Bendito seas por siempre. Aleluya. 
                                                            José-Román Flecha Andrés

CADA DÍA SU AFÁN 15 de abril de 2017

                                                                        
EL CUERPO Y LA RESURRECCIÓN
“Confieso que me sorprendió que me hubieran invitado a venir aquí, hoy”.  Palabras parecidas a esas las puede pronunciar cualquiera de nosotros. Pero tienen una importancia singular si son de Liliana Cavani. Estaba muy sorprendida de haber sido invitada por el Vaticano para hablar en el congreso mundial sobre la caridad. Era el día 24 de enero de 2006 y acababa de darse a conocer la encíclica “Dios es amor” del papa Benedicto XVI.
Liliana Cavani se refirió a dos de las películas que había dirigido: “Francesco”  y “Portero de noche”. Según ella lo que más había emocionado al público en dos historias tan diferentes era algo que tenían en común: los cuerpos. Un tema que también aparecía en la encíclica del Papa sobre el amor.
Según Liliana,  “la cosa más linda y actual del Evangelio es precisamente el anuncio que Dios es amor. Un anuncio, una revelación, un proyecto que se ha ido empañando con el tiempo”. Pero eso lo había entendido bien san Francisco. Le bastaba salir fuera de las murallas de Asís para llegar al Tercer Mundo de aquellos tiempos. El encuentro con el leproso fue como la broma que Dios le jugaba para ver si su amor le llevaba a aceptar un cuerpo tan llagado.
Pero Liliana sorprendió a todos los asistentes al congreso con sus revelaciones personales: “Una de las cosas que siempre me ha impresionado  enormemente es la resurrección de los cuerpos y me parece que los griegos de la época de Cristo no lograban entenderla”.
Para los griegos, el alma es el verdadero valor de lo humano, mientras que el cuerpo es como un vestido prestado que podemos abandonar. Para la artista, esta visión se opone frontalmente al mensaje cristiano. Seguramente Francisco de Asís no conocía a Platón. Pero “por don o por instinto comprendió el sentido auténtico de la corporeidad”.
Venida de una familia totalmente laica, la artista ha llegado a descubrir esta vinculación entre el cuerpo, el amor y la vida sin fronteras: “Creo que este fue el punto crítico del escándalo del Evangelio: la resurrección de los cuerpos. Este es un mensaje de un valor y de una belleza sobrecogedores”.
Para Liliana, lo lamentable es que la cultura cristiana se haya helenizado con el tiempo. Se ha olvidado que el núcleo del cristianismo es precisamente la fe en la resurrección. No es extraño que con frecuencia se pierda el sentido de la vida.
“Es preciso creer que la vida, tu vida, tiene un sentido. Porque si no crees que tu vida tiene un sentido, mejor desperdiciarla. Es preciso creer que has sido elegido, deseado, amado, que hay un proyecto para ti: que eres importante, que eres hijo amado. Tu vida es una película importantísima”.
Y de películas sabe mucho Liliana Cavani. Pero también sabe del amor y de esa fe en la resurrección que es la respuesta cabal a la fe en el valor del cuerpo humano.   
                                                     José-Román Flecha Andrés