viernes, 21 de junio de 2013

Cuando la primera comunión es también la última

En este mes de junio hay una pregunta de que siempre nos ronda ¿Qué sucede para que la inmensa mayoría de los niños que hacen la primera comunión desaparezcan de las parroquias. ¿Por qué son pocos los jóvenes que llegan a confirmarse? 
Hay algo que falla y no terminamos de dar con la clave. Lo que es evidente que esta desaparición tiene mucho que ver con la necesidad de una Nueva Evangelización. 
Desde mi humilde punto de vista existen algunos problemas sobre los que es necesario reflexionar para conseguir una mejor comprensión de este problema:  

  • Fragmentación de la pastoral familiar en múltiples pastorales que rompen la unidad que conforman la familia. Las pastorales de niños, jóvenes, adultos y vida ascendente están geniales, pero inciden en la máxima: divide y vencerás. Además, tenemos la total ausencia de una pastoral para adultos activos, hace que los padres de los niños/jóvenes sientan que sólo se les busca para que “presten” sus hijos un rato a la parroquia. 
  • La pastoral familiar a veces se delega en movimientos específicos, perdiendo la oportunidad de integrarla en la vida parroquial. Los movimientos son maravillosos y dan muchos frutos, pero la mayoría de las familias no entiende la razón de separarse de la parroquia para vivir su fe con algo de coherencia familiar. 
  • No existen cauces sencillos para la integración de la familia en la vida de la comunidad parroquial. No podemos quedarnos en promover únicamente la asistencia a la misa dominical, ya que los fieles terminamos por entender la fe como un hecho discontinuo que se esconde la tarde del domingo y reaparece en la mañana del domingo siguiente. 
  • La incongruencia entre un planteamiento estructuralista de las catequesis y un desarrollo real de tipo afectivo-social. Muchas veces se olvida incidir en las prácticas religiosas más básicas: oración, interiorización y reflexión. Esto hace que los niños no entiendan a la comunidad como un todo integrado y coherente. 
  • Falta de definición de la figura del catequista. Además es necesario darles una formación adecuada y no sólo desde el punto de vista religioso, sino desde el punto de vista pedagógico y social. 
 Josep Miró i Ardèvol, director del Instituto de Estudios del Capital Social (INCAS) de la Universidad Abat Oliba, apunta dos causas para que aparezca la desafección de los jóvenes y no tan jóvenes: la Iglesia no es capaz de ofrecer a unas estructuras y unos significantes adecuados para las personas actuales y tampoco realiza un apoyo eficaz a las familias. Pero hay más elementos en el puzzle: la desaparición de referencias a la vida espiritual y de fe en la vida cotidiana. Muchos padres que traen a sus hijos a las catequesis de pre-comunión lo hacen por costumbre, ya que ellos no viven la fe de forma activa ni están dispuestos a hacerlo. Las catequesis se entienden como un “peaje” que hay que pagar para cumplir con el rito social. Una de las soluciones se han planteado para disminuir el número de jóvenes que no llegan a confirmarse, es adelantar la edad de la confirmación. En principio no es mala idea, ya que haciendo esto se reduce el tiempo en blanco que existía entre la primera comunión y el inicio de las catequesis de confirmación. Aunque esta solución sólo actúa sobre los síntomas, conseguir que los niños permanezcan unos años más, dentro de la comunidad parroquial, es una oportunidad para abordar las causas. Es decir, el objetivo no es que prolonguen su estancia en la comunidad parroquial, sino que encuentren un camino de fe, estable, dentro de la comunidad. Si somos sinceros con nosotros mismos, no deberíamos de olvidar que la permanencia de los niños y/o jóvenes en la comunidad pasa por la permanencia activa de toda la familia. Para que la familia encuentre un lugar en la comunidad parroquial, hay que ser consciente que todos somos parte de una familia y es imposible crear una comunidad a partir de individuos que prescinden de su dimensión familiar. La comunidad parroquial debería ser una comunidad de familias que se integran, colaboran y buscan su sentido dentro de la misión evangelizadora.

jueves, 20 de junio de 2013

Descanso Veraniego




Con la excursión al Monte Aloia hemos terminado por este curso la Catequesis Parroquial. Esperamos que disfruteis de las vacaciones. 
Durante este tiempo de verano no tendremos la Catequesis pero sí se celebrará la Eucaristía como siempre a las 12.  Os invitamos a que participeis de ella allí donde os encontréis.

martes, 11 de junio de 2013

El miedo al Papa y el miedo a los pobres



Es un hecho que abundan en la Iglesia las personas a quienes no les gusta el papa Francisco. Más aún, es un hecho también que existen en la Iglesia personas que le tienen miedo a este papa. Ese miedo se explica, no sólo porque Francisco es un hombre que no se ajusta a las costumbres y al modo “normal” de proceder de los papas que hemos conocido, sino además porque Francisco no para de hablar de un tema que, por lo visto, a no pocas personas les pone nerviosas. Me refiero al tema de los pobres.
Yo no sé qué tienen los necesitados, que, cuando ese asunto se plantea, somos muchos (me meto yo también, por supuesto) los que nos sentimos mal, sobre todo cuando eso se nos presenta a fondo, con todas sus causas y todas sus consecuencias. Además - y esto es lo más grave -, este papa no se limita a recordarnos el amor que debemos tener a los necesitados, sino que, además de eso y sobre todo a propósito de eso, en sus discursos y homilías, suele arremeter contra la gente de Iglesia, denunciando, sin pelos en la lengua, a los funcionarios de la religión que no hacen lo que tienen que hacer, que se muestran como unos trepas que lo que quieren es colocarse en puestos de importancia, ganar dinero y vivir bien. Y Francisco hasta ha llegado a denunciar públicamente a los mafiosos vestidos de sotana. No estábamos acostumbrados a este lenguaje en “los augustos labios del Pontífice”, según solía expresarse “L’Oservatore Romano” hasta los tiempos de Juan XXIII, que cortó en seco con semejante estupidez en la forma de hablar.
No estoy exagerando. Y menos aún inventando cosas que no son verdad. La semana pasada he estado en Italia dando unas conferencias. Y allí me han dado cuenta de gente de mucho nombre y de mucho rango, en los ambientes eclesiásticos y clericales, a quienes no les llega la camisa al cuerpo. ¿Temen traslados? ¿Temen descensos? ¿Tienen miedo a no alcanzar lo que ya creían estar tocando con punta de los dedos? ¡Cualquiera sabe! Sea lo que sea, lo que parece no admitir duda es que se está reproduciendo exactamente lo que insistentemente repiten los evangelios: los sumos sacerdotes del tiempo de Jesús, con las otras autoridades religiosas, senadores y letrados, “tenían miedo” (Mt 21, 26. 46; Lc 20, 19; Mc 11, 18; Lc 22, 2; Mc 11, 32; 12, 12). Miedo, ¿a quién? A la gente, al pueblo, a los pobres. Así lo dicen los textos de los evangelios. Como dicen también que Jesús les espetó en su cara que habían convertido el templo en una “cueva de bandidos” (Mt 21, 13; cf. Jer 7, 11 par). Por eso el papa no ha tenido reparo en repetir, refiriéndose a determinados clérigos actuales, que son unos “ladrones”. Y Francisco añadía: “lo dice el Evangelio”.
Hay quienes se quejan de que este papa no toma decisiones. Porque no quita a unos y pone a otros en los cargos más importantes de la Curia. Nadie sabe lo que el papa Francisco piensa hacer. Lo que sabemos es lo que ha hecho ya. Y, por lo menos hasta ahora, ha hecho dos cosas que están a la vista de todos : 1) Ha adoptado una forma de vivir, que no es la que estábamos acostumbrados a ver en los papas hasta ahora. 2) Se ha puesto decididamente a favor de los pobres y habla muy duro en contra de los ricos y de los trepas que buscan poder y privilegios.
¿Se va a quedar en eso? Yo creo que no. Estamos empezando, nada más que empezando. Y eso es lo que más miedo les da a algunos. Pero, en cualquier caso, no vendrá mal recordar que Jesús hizo lo mismo que hasta ahora viene haciendo este papa: llevar una vida austera y tener una libertad para hablar y hacer ciertas cosas, que sacan de quicio justamente a los mismos que sacó de quicio la conducta de Jesús. Francisco trae de cabeza a los más observantes de no pocas tradiciones que en los sectores más tradicionales de la Iglesia se consideraban intocables. Y mire Vd por dónde las dos cosas que ya ha puesto en marcha Francisco - que son las dos que puso en marcha Jesús - fueron (y siguen siendo) el motor de cambio en la historia: 1) una forma de vivir sencilla y solidaria; 2) y una opción preferente por los pobres, que descoloca a los privilegiados e importantes, hasta ponerlos en el último lugar.
El papa Francisco no ha nombrado cargos ni ha tomado decisiones clamorosas. Se ha limitado a poner en el centro de sus preocupaciones lo mismo que puso Jesús: el sufrimiento de los pobres. Y eso les ha metido el miedo en el cuerpo a los que anhelaban un papado con otras pretensiones. Las pretensiones de los trepas y la ambición de la observancia que bien puede ocultar una ética dudosa, quizá contradictoria con la conducta de la gente honrada. Y termino: les aseguro que me da lo mismo que el papa sea progresista o conservador. Lo que me importa de verdad es que el papa Francisco se ha centrado y concentrado en el Evangelio. No para de hablar de Jesús, de lo que hizo y dijo Jesús. Tenga la ideología que tenga, si está identificado con Jesús, me siento espontáneamente identificado con el papa. Ni más ni menos que eso.

lunes, 10 de junio de 2013

 DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

 

Tus pecados están perdonados


Las celebraciones litúrgicas del Tiempo Ordinario son tan importantes como la vida ordinaria misma. Mediante ellas, la Iglesia pretende impregnar de sentido cristiano todos los acontecimientos ordinarios que se suceden en nuestra vida diaria. Hoy, la pregunta que se nos plantea es: ¿cómo actuar cuando nos ofenden, cuando se acercan a nosotros personas no bien vistas por la sociedad, incluso condenadas por prejuicios familiares, sociales, religiosos o políticos?... ¿Hay que acogerlas, comprenderlas y perdonarlas, o más bien conviene alejarse de ellas y evitar toda clase de contaminación?...
En la 1ª lectura, el rey David, después de haber cometido un escandaloso adulterio y homicidio pide perdón a Dios, y se le concede. San Pablo, en la 2ª lectura, revela a sus fieles de Galacia los secretos de su vida íntima, escondida en Dios. Y san Lucas, en el Evangelio, recoge una escena de la vida ordinaria del Maestro en la que Jesús manifiesta una vez más la prevalencia del amor sobre el pecado y sobre la misma Ley mosaica. Estos mensajes, densos y sugerentes de por sí, son una ocasión para ir empapando nuestra vida diaria del espíritu evangélico más puro.

viernes, 7 de junio de 2013

EL PAPA FRANCISCO NOS SORPRENDE CON SUS GESTOS Y PALABRAS

El Papa vuelve a recordar, a través de Twitter, que el alimento que se tira "se roba al pobre"
"El consumismo nos impulsa a desechar"
Francisco denuncia que el dinero se ha colocado por encima de la dignidad
Redacción, 07 de junio de 2013 a las 12:36

Francisco: "Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre"
Mensajeros de la Paz y el Record Guinness más solidario: recoger 255 toneladas de alimentos en 3 días

Fuerte apelo del Papa contra el desperdicio de alimentos
Visión 7: Día Mundial del Medio Ambiente: Francisco criticó la cultura del desperdicio

El Obispo de Roma advirtió que en la actualidad la creación y la persona humana están en peligro ante la cultura del descarte

La pobreza y la indignidad van a veces de la mano/>
La pobreza y la indignidad van a veces de la mano

El perfil del Papa Francisco en Twitter
La pobreza y la indignidad van a veces de la mano
El Padre Ángel revisa los alimentos en la sede de Mensajeros

(RV).- "El consumismo nos impulsa a desechar. Pero la comida que se tira a la basura es el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre". Lo escribe el Papa Francisco en su account de Twitter @pontifex, en nueve idiomas, en el que recuerda, sintéticamente, lo que afirmó en su catequesis del miércoles pasado, durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro ante la presencia de 80 mil fieles y peregrinos de numerosos países.

En efecto, en el día en que se celebraba la Jornada mundial del medio ambiente, el Obispo de Roma advirtió que en la actualidad la creación y la persona humana están en peligro ante la cultura del descarte, ante la crisis ética que está poniendo en peligro a la persona humana, puesto que el dinero se ha colocado por encima de la dignidad y los derechos humanos.

miércoles, 5 de junio de 2013

NOVENA A SAN ANTONIO DE PADUA



Un año más nos disponemos a celebrar la novena a San Antonio de Padua, franciscano, y estudioso de las Sagradas Escrituras. Comienza hoy, día 5  a las 7.45 de la tarde. Que El nos enseña amar a Jesús y a tenerlo en sus brazos como se puede contemplar en sus imagenes extendidas por todo el orbe católico



martes, 4 de junio de 2013

CONFIRMACIONES EN LA PARROQUIA



Después de dos años de preparación para recibir el Sacramento de la Confirmación el día 8 de junio, a las 5 de la tarde un grupo de nuestros jóvenes recibirán el Don del Espíritu. Celebrará  y presidirá la Eucaristía el Delegado del Sr,. Obispo, D. Jesús Gago.

50 años de la muerte de Juan XXIII

Un inolvidable Papa, humilde, generoso y sencillo

En los 50 años de la muerte de Juan XXIII

Roncalli visitó dos veces España, haciendo el Camino de Santiago en 1954

José Luis González Balado, 03 de junio de 2013 a las 07:29
Mi convicción es la de que no hemos profesado el reconocimiento de justicia a dos de los mejores Papas del siglo pasado y de la historia. Me refiero a Juan XXIII y a Pablo VI.
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Portada de "Francisco nuevo Juan XXIII"

>Juan XXIII en Loreto
  • Portada de 'Francisco. El nuevo Juan XXIII'
  • Juan XXIII en Loreto
(José L. González Balado).- Desde que, hace casi tres meses, recibí la invitación de evocar la figura a la vez entrañable, gigantesca y sencilla de Juan XXIII, no he dejado de sentirme humana y espiritualmente muy pequeño. Desde la tarde-noche del 28 de octubre de 1958 en que lo vi por primera vez, llevo en el alma la imagen de quien hasta entonces se llamara Angelo G. Roncalli, y desde entonces empezó a ser estimado y querido como Juan XXIII, bajo el apelativo de Papa Bueno.
Bien sabéis que la tarde-noche del 28 de octubre de 1958 fue cuando tuvo lugar su presentación al mundo, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. Acababa de ser elegido Papa con sorpresa de los hombres, pero no de la Otra Parte. (Otra Parte lo he escrito con mayúsculas. Huelga explicar a Quién me refiero).
Iba a ser, en aproximada contabilización, el sucesor número 260 en la cadena inaugurada por un humilde Pescador de Galilea llamado Pedro. Una cadena entre cuyos eslabones había habido de todo. Hasta, en varios casos, escasa legitimidad. En no pocos, ejemplaridad también escasa.
Era el espléndido oscurecer de un otoño romano musicado por Vivaldi en sus Cuatro Estaciones. Una veintena de días antes había fallecido Pío XII. En Italia dicen, y en Roma más, que morto un Papa se ne fa un'altro. Algo que traduce nuestro irreverente A rey muerto, rey puesto. Algo que aquí suena triste: el paso a la otra vida del gran Pío XII había tenido contornos infelices.
Uno, entonces 53 años más joven, ejercía en la capital de Italia como becario de periodismo. Lo cual le brindó la oportunidad de vivir, o presenciar, anécdotas que sigue recordando con la vivacidad con que se presencia y vive lo relacionado con la propia juventud. Una anécdota relacionada, en este caso, con la muerte del Papa Eugenio Pacelli.
Aunque con relación a él y a su vida se guardaron más secretos que con relación a todos los Papas que le sucedieron -por orden: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I (el inolvidable Papa Luciani de los 33 días), Juan Pablo II y el actual, Benedicto XVI-, hubo un secreto que no se guardó: el de que, a pesar de que no habían trascendido noticias relacionadas con su ya debilísima salud, llegó un momento en que se supo, por lo menos en los ambientes periodísticos, que estaba moribundo.
Pío XII había pasado el verano en la Villa de Castelgandolfo. Afectado por una extrema debilidad, allí seguía a primeros de octubre de 1958. Y como la delicadeza de salud de un Papa que había pasado por estar siempre bien aunque no lo estuviese era noticia casi trascendente, informadores italianos y corresponsales extranjeros estaban -¡estábamos!- pendientes de si algo grave pudiera ocurrir.
Eran tiempos en que no existían Internet ni teléfonos móviles. Las exclusivas periodísticas eran más difíciles de conseguir, por más escasas. Pero no se apetecían menos que en estos tiempos en que las noticias se propagan por el mundo en cuestión de instantes.
Mientras Pío XII se debatía entre la vida y la muerte en una habitación de la pontificia Villa de Castelgandolfo, un grupo de periodistas italianos y extranjeros estaban apostados en las proximidades, desde un punto en que se divisaba la habitación del Papa moribundo. Entre los periodistas reinaba un clima de silente rivalidad, deseoso cada uno de ser el primero en dar la noticia que... ¡se temía!
Se llegaría a descubrir, cuando Pío XII ya estaba bajo tierra, el acuerdo a que había llegado el corresponsal de la más importante agencia italiana de información con una de las pocas personas que tenían acceso a la habitación del Papa moribundo. El secreto acuerdo preveía que, en el instante en que Pío XII expirase, de la habitación del Augusto Moribundo partiría una contraseña que no dejase lugar a la menor duda.
Ocurrió, una mañana de aquellas, que una persona de confianza que velaba en una habitación contigua a la del Papa moribundo preguntó a los demás que también velaban si tenían inconveniente en que se hiciese filtrar un poco de aire fresco para descontaminar la atmósfera. Ante el silencio de los demás, abrió una ventana y entró el aire fresco.
El gesto se percibió por los informadores que espiaban la situación. Viendo en la ventana entreabierta la contraseña pactada con su amigo-cómplice, el informador italiano corrió a llamar por teléfono desde una cabina a sus servicios centrales, que lanzaron de inmediato la exclusiva mundial de que "¡había muerto el Papa Pío XII!".
No sé qué ocurrió en otras áreas del mundo, sí lo que ocurrió en Roma: en seguida se oyeron por las calles vendedores ambulantes de periódicos anunciando la cabecera del más importante, destacando que "con la muerte del Santo Padre". Había ocurrido lo que por entonces (y acaso también ahora) ocurría con los periódicos ávidos de vender: el puesto a la venta, confeccionado con anterioridad, se había actualizado con el simple notición de que acababa de morir el Santo Padre Pío XII.
La cosa duró menos de una hora. Al darse cuenta de la falsedad de la noticia, el Vaticano llamó alarmado a los principales focos capaces de desmentir una muerte que aún no se había producido. Pero tardó días en saberse el origen de la falsa noticia.
Como Pío XII estaba grave, dos días más tarde se produjo una muerte que ya no pudo ser desmentida. Sólo hubo una infausta anécdota que hizo más triste su desaparición. Lo previsto era que el féretro del Pastor Angélico permaneciese varios días expuesto a la veneración de los fieles. Para ello fue embalsamado por el arquiatra Galeazzi-Lisi, generosamente apreciado por su Pontificio Paciente, aunque pronto caería en desprestigio. Galeazzi-Lisi quiso experimentar con el cuerpo de su Augusto Paciente una técnica novedosa de embalsamamiento. Consecuencia de ello fue un dramático deterioro de los restos humanos de Pío XII. Tanto que, en lugar de prolongar el espacio para su veneración, hubo de procederse a su casi inmediato sepelio.
Enterrado Pío XII, en seguida empezaron a circular unos difíciles pronósticos para su sucesión. Por entonces los cardenales eran pocos y muy poco conocidos: 52 frente a los en torno a 200 que suele haber en la actualidad. (Por cierto, fue Juan XXIII el que rompió el tope máximo y nunca hasta entonces alcanzado de 70 fijado en 1586 por Sixto V). Lo que se enfatizaba por no pocos era la imposibilidad de encontrar un sucesor digno del Papa difunto.
A la hora de concretar pronósticos, emergían dos nombres de cardenales: el del armeno Gregorio Agagianian, prefecto de la Congregación de Propaganda Fide, y el del italiano, Arzobispo de Génova, Giuseppe Siri. De éste, que era el más joven del colegio cardenalicio con sus 50 años escasos, se decía que hubiera sido el preferido de Pío XII, aunque Agagianian resultaba más convincente y querido
por su carácter dulce y por su humanidad.
Los cardenales españoles en aquel momento eran cuatro, todos arzobispos residenciales: Enrique Pla y Deniel, de Toledo; José María Bueno y Monreal, de Sevilla; Benjamín de Arriba y Castro, de Tarragona; y Fernando Quiroga y Palacios, de Compostela. Ninguno de los cuatro figuraba entre los candidatos a la sucesión. De los dos últimos se conjeturó que posiblemente hubieran votado por el que resultó elegido. La conjetura se basaba en que, habiendo sido compañeros suyos de hornada cardenalicia (29 de noviembre de 1952), los acomunó una contingencia más política que canónica: mientras a los demás compañeros de promoción les impuso el "birrete cardenalicio" Pío XII, a los dos españoles se lo quiso imponer, apoyándose en un privilegio concordatario, el "por la gracia de Dios Caudillo de España"; victorioso en una Guerra mal llamada Civil. (Saben a quién me refiero). A Angelo Roncalli, nuncio en Francia cuando le llegó el cardenalato, se lo impuso el presidente Vincent Auriol, que aun no siendo católico, era considerado un "socialista honesto", y fue siempre buen amigo de Angelo Giuseppe Roncalli.

Como el privilegio de Auriol y de Franco se limitaba a la imposición del "birrete", los arzobispos de Venecia, de Tarragona y de Compostela vieron completada la investidura un año más tarde, cuando recibieron el cappello cardenalicio de Pío XII. La circunstancia dio ocasión a Quiroga y Palacios para invitar a Angelo Giuseppe Roncalli para el Año Jacobeo en perspectiva para el año 1954.
Roncalli ya había visitado España en abril de 1950, al regreso de un viaje pastoral a Argelia. Su condición de nuncio apostólico en Francia alargaba su responsabilidad al supuesto "territorio metropolitano" del Norte de África. Por dicha responsabilidad se había trasladado en barco de Marsella a Orán. El regreso lo hizo en coche, entrando por Algeciras y visitando, de paso y deprisa, algunas localidades y santuarios de Córdoba, Granada, Sevilla, Toledo, Madrid, El Escorial y Burgos, hasta su salida por Figueras.
Si hubiera espacio suficiente, se evocaría aquí el diario que el entonces Nuncio Apostólico en Francia trazó de aquella su primera visita a España. Sí evocaremos el que trazó del segundo viaje, realizado en julio de 1954, cuando era ya cardenal-patriarca de Venecia. Lo veremos acompañado de un joven eclesiástico donostiarra, don José Sebastián Laboa. Roncalli y Laboa se encontraron a mediados de julio de 1954 en San Sebastián, procedente el ya Cardenal-Patriarca de Venecia de una peregrinación a Lourdes. El clérigo donostiarra lo acogió y acompañó en su recorrido-peregrinacional con la generosidad que se merecía un ministro de la religión de tan bondadosa y ejemplar sencillez. Un recorrido por España que, por gusto de ambos, hubiera sido más largo. Así lo registra el diario autógrafo del futuro Papa que conocemos por generosidad de su secretario Loris F. Capovilla:
San Sebastián, 15 de julio de 1954: Cruzar de Francia a España me ha resultado muy fácil. El paisaje francés, espléndido. En San Sebastián me sentí rodeado del máximo respeto. En la de don José Sebastián Laboa pude admirar a la típica familia católica española. Su padre, su tío, con sus respectivas esposas, hijos e hijas, más una tía: en todos constaté la coincidencia en un modo religioso de pensar y de sentir.
Viernes 16: No podía encontrar ambiente más acogedor que el que me ofreció la familia de don Laboa. Allí celebré la santa misa a las 8. Pude disponerme bien para la festividad de Nuestra Señora del Carmen, evocando mi ordenación sacerdotal en Roma el 10 de agosto de 1904. A las 10, tras confesarme, fui a visitar el antiquísimo Santo Cristo de Lezo. Fui objeto de una calurosa acogida popular por las buenas gentes. De allí pasé a Añorga, donde se estaba celebrando Nuestra Señora del Carmen, un raro ejemplo de la aplicación de las enseñanzas papales sobre la fraternidad entre patronos y trabajadores. Almuerzo en casa, a las dos de la tarde, a la sombra de una parra con el Obispo monseñor Jaime Font y Andreu..., en compañía de miembros de la familia Laboa. Luego visité el obispado, y el nuevo hermoso seminario.
Sábado 17 de julio: Descansé muy bien por la noche. Visitas a Azpeitia y Loyola. Paisaje parecido al de los valles bergamascos, aunque algo más abierto. ¡Cuántos niños en la iglesia! Daban la impresión de ser hijos de buenas familias con madres santas. En Loyola, acogida festiva por parte de profesores y alumnos. Les hablé con gusto de los jesuitas bergamascos. Impresiones muy positivas por una y otra parte. La casa de San Ignacio, con la capilla interesantísima, devota, artística. Acaso rica en exceso, pero se trata del Fundador y Padre. Regresamos por la carretera que bordea el mar. Almuerzo ofrecido por el gobernador en el Monte Igueldo, colina deliciosa desde donde se disfruta de una visión completa de San Sebastián. Estaba también el señor Obispo, en todo momento acogedor y amable. Al bajar visité en el Museo de San Telmo las maravillosas pinturas del artista catalán Josep María Sert y la nueva catedral.
Domingo 18 de julio: Me ofrecieron y acepté de buen grado celebrar la misa en la parroquia de San Juan Bautista de Pasajes. La iglesia estaba abarrotada de fieles, con coro y órgano animando la asamblea. Todos daban muestras de sentirse rebosantes de gozo íntimo. Las comuniones fueron numerosísimas. Dirigí la palabra en italiano, doblado frase por frase por don Laboa. Todos parecían llenos de alegría. Luego salimos para Javier con parada en Pamplona. ¡Qué hermosura de catedral, digna de la capital de Navarra, con su claustro gótico, uno de los más hermosos que conozco...Bajando desde Pamplona, el paisaje se parece al de Grecia y Turquía. Pero ¡el castillo de Javier, tan bien construido, con sus memorias, con el colegio de los jesuitas al lado...! ¡Qué emoción para mí!. Al regreso pasamos por el Valle del Roncal, con un paisaje verde como el de Valle Imagna. Un pueblo limpio, un párroco muy bueno.
Lunes 19 de julio: La peregrinación de ayer a Javier me gustó mucho, pero me dejó algo cansado... Al regreso me enteré de que, ayer a las 15 horas, una hermana de don José Sebastián Laboa había dado a luz una niña. Me pidieron que la bautizase. ¿Cómo me iba a negar? ¡Los padres han sido tan amables conmigo! No cabía de mi parte un signo más claro de gratitud. De manera que bauticé a esta María Luisa Sanz en la parroquia, con toda sencillez y con toda complacencia por parte del Señor Obispo que quiso que hiciese uso de su mitra. Tras bendecir de tal suerte a la Familia Laboa, salimos con dirección a Bilbao. España me resulta cada vez más hermosa. A las 14, en el recogidísimo y noble santuario de Begoña, cumplimos con nuestras devociones. Almorzamos allí al lado en la Casa de Ejercicios. Luego proseguimos hacia Comillas, la gran Universidad de los jesuitas en la provincia de Santander. Lugar hermoso, edificio impresionante. Los jesuitas, muy amables y cordiales.
Martes 20 de julio: Por desgracia, hoy en Comillas, alojado en las habitaciones reservadas para el nuncio en España, he pasado un mal día. Alguna comida un poco indigesta de estos días y un poco de frío indispusieron gravemente mi estómago. Sólo logré sentir un ligero alivio gracias a un poco de sulfato di soda que llevaba consigo uno de los acompañantes. A duras penas logré celebrar la santa misa, pero hube de guardar cama todo el día, igual que me había ocurrido en Madrid en abril de 1950. Temeroso por el éxito de mi peregrinación, invoqué a San José y a Santiago, y logré dormir desde las 23 hasta la 1.30 y desde la una y media hasta las seis de la mañana, hora fijada para levantarnos. Hice mis tareas a toda prisa y a las 7 me volví a poner en marcha.
Miércoles 21 de julio: A las 10 celebré la santa misa en Covadonga, en la cueva de Nuestra Señora. ¡Qué horas más hermosas pasé en este lugar sagrado del patriotismo español desde el ano 737! Hospitalidad señorial en las habitaciones del Obispo de Oviedo, igual que en Begoña, en las del Obispo de Bilbao... Recepción feliz en el seminario con cantos, a los que correspondí largamente... ¡Covadonga, un nombre inolvidable! Desde allí proseguimos para Oviedo visitando la magnífica catedral. De Oviedo proseguimos hacia Gijón, donde la hospitalidad fue sumamente cortés. También aquí se me brindó acogida en las habitaciones del Obispo. ¡Nada que ver con las pobres habitaciones de Venecia!
Jueves 22 de julio: Gijón, Mondoñedo, Lugo, Santiago: tal fue el recorrido de seis horas aproximadamente. Nos paramos en Mondoñedo, sede episcopal donde el Obispo nos acogió muy bien. Después de comer nos acompañó hasta el nuevo seminario y el Santuario de Nuestra Señora de los Remedios. Seguimos luego para Lugo, donde visité la catedral, hermosa sin duda pero algo recargada de barroco. Visité al Obispo, aquejado de un fuerte reumatismo. Hacia las 20, llegada felicísima a Santiago, donde en seguida cumplí el "voto" de abrazar al Apóstol...
Les confieso, mis queridos amigos, que me hubiera sentido tentado de introducir en este punto mis reflexiones sobre el mérito impagable que contrajo el inolvidable Juan XXIII hacia España habiendo sido su más digno y devoto visitante, en este país al que tanto le han interesado y siguen interesando, por bien otras razones, los turistas. Déjenme confesarles, y si les parece exagerado perdónenme, mi impresión de que los españoles nos hemos caracterizado a menudo más de papólatras que de sinceramente amantes de los Papas más dignos. Mi convicción es la de que no hemos profesado el reconocimiento de justicia a dos de los mejores Papas del siglo pasado y de la historia. Me refiero a Juan XXIII y a Pablo VI. Un Juan XXIII por antonomasia bueno, sencillo y evangélico. Un Pablo VI culto, recto, paciente y fiel al legado de su Predecesor. Un Pablo VI Montini que fue mal visto, casi calumniado, por un Régimen y hasta por algunos eclesiásticos incapaces de comprender su rectitud, su profunda cultura y su sana modernidad.
Oyentes amigos: perdonen el desorden de la narración. Que sobre todo me perdone el Beato -para mí, y no dudo de que para ustedes, Santo- Juan XXIII. Volvamos al diario de su segundo viaje-peregrinación por España en julio de 1954. Peregrinación sí, porque 1954, antes y más que Jubileo Jacobeo, era y fue Año Santo Mariano. De hecho, el Cardenal-Patriarca de Venecia, camino de España, había parado y orado (¡no era la primera vez!) en la Basílica de Lourdes, al frente de una peregrinación veneciana.
Su diario nos sigue haciendo percibir los latidos sensibles de su alma en un devoto recorrido que tocó San Sebastián, Pasajes, Azpeitia, Loyola, Javier, Pamplona, Bilbao, Begoña, Santander, Comillas, Covadonga, Oviedo, Gijón, Mondoñedo, Lugo, Santiago de Compostela, Astorga, León, Salamanca, Valladolid, Ávila, Alba de Tormes, Soria, Zaragoza, Lérida, Barcelona y Montserrat... Sigámosle, pues, con respetuosa devoción:

Viernes 23 de julio: Por fin, ya he llegado a Santiago de Compostela. Cordialísimo y feliz el Cardenal Quiroga. Celebré la santa misa en el altar mayor, rico y extremadamente barroco. Cumplí mis prácticas de piedad. Más tarde acompañé al Cardenal en la recepción al Arzobispo Maurice Feltin, que presidía una peregrinación parisina. Luego presenciamos los giros del enorme botafumeiro. Almuerzo en atmósfera cordial con el cardenal arzobispo. Dediqué la tarde a una pausada visita al complejo monumental de la Basílica de Santiago y alrededores. ¡Qué maravilla! ¡Cuánta riqueza! Por la noche cené con el Cardenal Feltin en una residencia del Opus Dei, institución para mí nueva, interesante y ejemplar.
Sábado, 24 de julio: Víspera del Apóstol Santiago. Muy de mañana, santa misa del Apóstol en la cripta. Despedidas y arranque. A mediodía en Astorga, una pequeña ciudad. Catedral bellísima y rica. Palacio episcopal curioso, aspecto de castillo español. Monseñor Jesús Mérida, un Obispo muy digno y sólido. Clero reunido en el seminario para hacer ejercicios espirituales. Fieles "sólidos" como el Obispo, autor de hermosas cartas pastorales que me ofreció en recuerdo. Proseguimos luego hacia León, la Septima Legio de Augusto. Magnífica catedral gótica de estilo francés, síntesis de las de Reims y Amiens. Posiblemente la más hermosa de España. El Obispo, monseñor Almarcha, muy bueno y acogedor, con el que tuve la oportunidad de razonar largamente. Aquí, como en toda España, diócesis extensas y ricas en iglesias, sacerdotes y fervorosas. Ya tarde, llegada a Salamanca.
Domingo, 25 de julio: Alojamiento, en Salamanca, en una residencia del Opus Dei. Celebro la santa misa en la capilla. Asisten numerosos jóvenes con respeto y fervor. El director es amigo de don Laboa. El Obispo, un dominico llamado Francisco Barbado y Viejo, se muestra extremadamente amable. Muy interesantes también sus dos catedrales, tanto la nueva como la antigua. En compañía del Obispo, que quiso que comiéramos con él, visitamos con vivo interés y emoción los lugares principales: la plaza mayor, la Casa de las Conchas, el seminario, la Clerecía en otros tiempos de los jesuitas; San Esteban, de los dominicos; cada uno de los institutos e iglesias históricas, junto con renombrados y conmovedores recuerdos. Valdría la pena poder regresar con calma. El Obispo nos acompañó hasta Alba de Tormes, donde veneramos el cuerpo de Santa Teresa, que allí falleció. Seguimos hacia Ávila, pero no pudimos visitar más que el interesantísimo Convento de la Encarnación.
Valladolid, lunes, 26 de julio: Llegamos aquí ayer noche, ya tarde. Huéspedes del arzobispo monseñor José García Galdaraz. Ciudad característica, pero archidiócesis pequeña. El prelado es muy sencillo y tratable. Celebré la santa misa en la iglesia votiva del Sagrado Corazón. La catedral no vale mucho. Me resultó del máximo interés la visita al Museo de Arte Español en el antiguo Colegio de San Gregorio. Retomado el viaje, con una brevísima parada en Soria, en el convento de los Frailes Menores, llegamos a Zaragoza bien entrada ya la noche.
Martes, 27 de julio: Zaragoza, ¡qué maravilla y qué riquezas aquí también, tanto en el Pilar como en la catedral! Cosas sorprendentes, que sobrepasan toda imaginación... Retomado el viaje, nos detenemos en Lérida, a las puertas de Cataluña, donde el Obispo nos dispensó, en el seminario donde él mismo reside, la acogida más generosa. Allí tuve ocasión de escuchar muchas cosas sobre la persecución que se cebó en particular con el clero. Al atardecer llegamos a Montserrat, donde numerosísimos romeros se sumaron al Abad para acoger al Patriarca de Venecia. ¡Oh, Montserrat! ¡Un paraíso auténtico de belleza y de paz!
Miércoles, 28 de julio: Montserrat. En el apartamento del Abad, D. Aurelio M. Escarré, pude percatarme de la riqueza y de la importancia extraordinaria de este Monasterio, una auténtica maravilla para la vista. Un lugar de oración, de estudio, de arte, de gloria de España. Disfruté de una cortesía sin igual, digna conclusión de todo lo que se me ha hecho disfrutar en el curso de esta peregrinación por España. Desde allí hicimos una rápida escapada a Manresa, la famosa gruta de San Ignacio, y bajé hasta Barcelona, adonde vino a vernos el Arzobispo monseñor Gregorio Modrego y Casaus, que me guió en la visita de su hermosa catedral. Y ya me dirigí hacia la frontera por Le Portús, en el límite entre Francia y España...
Gracias, queridos amigos, por vuestra paciencia. Gracias, Don Ramón Jové Mercader y Familia, empezando por su hija María Ángeles, por haberme brindado la ocasión de evocar la figura de Juan XXIII. Gracias a unos y a otros por sentirse partícipes de mi sentida y humillada insuficiencia para hacer revivir con aproximación la figura del -bajo aspectos esenciales- mejor y más amable Papa de la Historia. Se habrán dado cuenta, pese a mi escasez en la exposición, de mi convicción de que ningún Pontífice Romano penetró con tanta delicadeza en la intimidad del alma de este País que se llama España. En sus dos viajes, que confesó hubiera querido repetir con mayor calma, recorrió, santificándolas con sus misas llenas de devoción, con sus oraciones de peregrino, con la gentileza cristiana de su corazón, las principales regiones, hoy Comunidades autónomas: Andalucía, Castilla-La Mancha, Madrid, Euzkadi, Navarra, Asturias, Galicia, Castilla-León, Aragón, Catalunya... Las visitó con admiración y gratitud. Las bendijo y dejó empapadas de su santidad.
Creo que ni la España política ni la eclesiástica le reconocieron ni agradecieron como hubiera sido justo el favor excepcional de su visita. Han pasado seis largas décadas desde que el predestinado a ser un inolvidable Papa, humilde, generoso y sencillo, anduvo por aquí. Les confieso que me conmueve la oportunidad de evocar conmovido, en el espíritu de esta Fundación denominada Ser el Ser, una página lamentablemente ignorada de nuestra Historia.
Aquellos viajes, el primero y el segundo, dejaron un poso profundo en su alma. Hay pruebas de que los revivió con emoción. En un libro que tuve ocasión de escribir, titulado Juan XXIII: Anécdotas de una vida, con prólogo de Don Loris F. Capovilla, localizo un breve capítulo titulado "Recuerdos de España". (Recuerdos, se entiende, que acompañaron a Juan XXIII cuando ya era Papa). En junio de 1961 recibió en audiencia a los reyes de Bélgica Balduino y Fabiola recién casados: habían contraído matrimonio el 15 de diciembre del año anterior. Para Doña Fabiola así evocó Juan XXIII sus recuerdos de nuestro país:
¡España! ¡Qué visiones encantadoras evoca para mí, Señora, su patria de origen, que tuve el gusto de recorrer en dos ocasiones! No puedo olvidar los rostros inocentes de los niños en los que resplandecía una alegría diáfana, la hospitalidad de las gentes y, de manera especial, la profundidad del espíritu religioso, que hallaba confirmación en espléndido florecer de almas consagradas a Dios y a su servicio. Su patria de origen me ofreció, de veras, un espectáculo edificante que jamás se borrará de mi recuerdo.
El denominado Nacionalcatolicismo, que ya venía de atrás, se manifestó poco cristiano durante los pontificados de Juan XXIII y de su sucesor Pablo VI. Por eso, casi rechazó la efusividad que hubiera sido muy sincera, de ambos, aunque aquí nos referimos sobre todo a la del inolvidable Papa Roncalli. En el libro ya citado Juan XXIII: Anécdotas de una vida, del que no hago publicidad porque lleva años agotado, se cita otra evocación hispana por parte del Papa que aquí recordamos. Llegó, a través de la radio, el 24 de setiembre de 1961, al concluirse en Zaragoza un congreso eucarístico nacional. Las ondas hertzianas hicieron llegar, desde Roma, la voz del aquí entonces poco conocido y seguido Papa Roncalli, diciendo: ¡Españoles todos amadísimos! ¡Cuánto consuelo recibí, con motivo de mis visitas a España, viendo repletos los templos, rebosantes los seminarios, y alegres y serenos vuestros hogares y familias! Soy testigo de las grandes virtudes que adornan al pueblo español. Que el Señor os conserve la unidad de la fe católica y que haga a vuestra Patria cada vez más próspera, más feliz, más fiel a su misión histórica. Confío estos deseos y esperanzas al patrocinio de Nuestra Señora del Pilar. Y mientras invoco su mirada maternal sobre vuestra y mi amadísima España, portadora del Evangelio y paladín del catolicismo, la bendigo y os bendigo a todos con la efusión de mi paternal afecto.
Tengo que terminar. Ojalá hubiera aprovechado mejor el tiempo a disposición. Ojalá hubiera sido capaz de transmitirles una imagen más cercana y adecuada de un Papa -de un Hombre, Ser humano- tan digno como fue ¡y permanece siendo! Juan XXIII.
Llegados aquí, mejor que dedicarme a buscar expresiones y palabras mías con que describirlo, creo ser mejor que les proponga palabras suyas, que quedan en abundancia, capaces de mantener viva su imagen de Hombre y de Papa santo. Es posible que algunas les suenen a repetidas. Pero, aun repetidas, no resultan superfluas. Las pronunció Juan XXIII en una ocasión especialmente solemne: el 11 de octubre de 1962, inaugurando el Concilio Vaticano II. Las palabras que pronunció en tal circunstancia suenan así:
En el cotidiano ejercicio de mi ministerio pastoral, hieren a veces mis oídos insinuaciones de almas que, aunque con celo ardiente, carecen de sentido de discreción y de mesura. Tales son quienes, en los tiempos modernos, no ven más que prevaricación y ruina. Dicen y repiten que nuestro tiempo, en comparación con los pasados, ha empeorado, y se comportan como si nada tuvieran que aprender de la historia, que sigue siendo maestra de vida, y como si, en tiempos de anteriores concilios, todo hubiese procedido próspera y rectamente en torno a la doctrina y moral cristianas, así como a la justa libertad de la Iglesia.
Así sigue: Considero necesario afirmar que disiento de tales profetas de calamidades, que siempre están anunciando infaustos sucesos, como si fuese inminente el fin de los tiempos. En el presente orden de cosas, en el que parece percibirse un nuevo estilo de relaciones humanas, es preciso reconocer los arcanos designios de la Providencia divina que, a través de los acontecimientos y de las obras de los hombres, muchas veces sin que ellos lo esperen, se llevan a término, haciendo que todo, incluso las adversidades humanas, redunde en bien de la Iglesia.
Y prosiguió: Constatamos en el paso de una época a otra que las opiniones de los hombres se suceden, excluyéndose mutuamente unas a otras y que los errores apenas aflorados se desvanecen cual niebla ante el sol. La Iglesia se ha opuesto siempre a tales errores, a menudo condenándolos de toda severidad. Hoy día, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere echar mano de la medicina de la misericordia más que de la severidad. Ella opta por salir al encuentro de las necesidades actuales, dando muestras de la validez de su doctrina, más que con la condena. No quiere ello decir que falten doctrinas falaces, opiniones y conceptos peligrosos de los que convenga defenderse y oponerles rechazo. Pero están tan claramente en contraste con la clara norma de la honradez, y producen frutos tan nocivos, que ya los seres humanos por sí mismos se muestran propensos a condenarlos, y de manera especial aquellos hábitos de vida que desprecian a Dios y su Ley, la confianza excesiva en el progreso de la técnica y el bienestar fundado de manera exclusiva en las comodidades de la vida. El hombre de hoy aparece cada día más convencido del máximo valor de la dignidad de la persona humana, de su perfeccionamiento y del compromiso que ella exige. Lo que más vale es que la experiencia les ha demostrado que la violencia infligida a los otros, el poder de las armas, el predominio político no contribuyen para nada a una feliz solución de los graves problemas que afligen al hombre de hoy.
Fue una fecha histórica la que registró tales inolvidables palabras brotadas del corazón y de los labios de un Papa excepcional: el 11 de octubre de 1962. Cierro con otras que fueron casi las del ocaso de su vida entre nosotros. Don Loris F. Capovilla asegura tratarse de las últimas escritas por Juan XXIII el 24 de mayo: diez días antes de su muerte, ocurrida el 3 de junio de 1963. Así suenan: Hoy más que nunca, ciertamente más que en los siglos anteriores, estamos volcados en servir al ser humano como tal, y no meramente a los católicos. En defender, ante todo y en todas partes, los derechos de la persona humana, y no sólo los de la Iglesia católica. Las actuales circunstancias, las exigencias de los últimos cincuenta años, la profundización doctrinal nos han situado ante realidades nuevas. No es el Evangelio el que cambia. Somos nosotros quienes comenzamos a comprenderlo mejor. Quien como yo ha pasado veinte años en el Este y ocho en Francia, puede comparar diferentes culturas y tradiciones, y darse cuenta de que ha llegado el momento de discernir los signos de los tiempos, y de aprovechar la oportunidad para mirar hacia adelante.

 DOMINGO X.TIEMPO ORDINARIO

 

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!


Tras los últimos domingos en que hemos ido cerrando el ciclo Pascual después de Pentecostés con varias importantes fiestas -el pasado la Solemnidad del Corpus, el anterior la Santísima Trinidad-, retornamos hoy a la sencillez de ver recorrer la vida y la misión de Jesús entre las gentes de Israel, la vida que generó esos grandes dogmas de nuestra fe.
Este domingo lo vemos dejándose ganar por la compasión ante el dolor de una madre, conmoviéndose ante el sufrimiento y tratando de aliviarlo devolviéndole la vida a un hijo muerto. Ahondando en la lectura del evangelio vemos cómo la preocupación por devolver la vida a los hombres presos por la muerte, nos lleva a la lectura profunda de vernos libres de las ataduras de todo aquello que significa muerte, dolor y sufrimiento.
Ese mensaje de un Dios liberador, sanador, preocupado porque sus hijos tengan vida y vida en abundancia, que llega en persona a devolver la vida, estaba anunciado desde antiguo. En los profetas como Elías, en la primera lectura, ya se alumbraba el don de la vida de Jesús. En los apóstoles como Pablo, en la segunda lectura, continuó llegando a los seres humanos el mensaje de vida de Jesús, con la fuerza del Espíritu Santo.
Hoy ese mensaje sigue siendo central para nosotros cristianos: Dios es el Dios de la vida, ¿por qué entonces tantas veces lo hemos presentado como un Dios enemigo del hombre?