Es un hecho que abundan en la Iglesia las personas a quienes no les gusta el papa Francisco.
Más aún, es un hecho también que existen en la Iglesia personas que le
tienen miedo a este papa. Ese miedo se explica, no sólo porque Francisco
es un hombre que no se ajusta a las costumbres y al modo “normal” de
proceder de los papas que hemos conocido, sino además porque Francisco
no para de hablar de un tema que, por lo visto, a no pocas personas les
pone nerviosas. Me refiero al tema de los pobres.
Yo no sé qué tienen los necesitados, que, cuando ese asunto se
plantea, somos muchos (me meto yo también, por supuesto) los que nos
sentimos mal, sobre todo cuando eso se nos presenta a fondo, con todas
sus causas y todas sus consecuencias. Además - y esto es lo más grave -,
este papa no se limita a recordarnos el amor que debemos tener a los
necesitados, sino que, además de eso y sobre todo a propósito de eso, en
sus discursos y homilías, suele arremeter contra la gente de Iglesia,
denunciando, sin pelos en la lengua, a los funcionarios de la religión
que no hacen lo que tienen que hacer, que se muestran como unos trepas
que lo que quieren es colocarse en puestos de importancia, ganar dinero y
vivir bien. Y Francisco hasta ha llegado a denunciar públicamente a los
mafiosos vestidos de sotana. No estábamos
acostumbrados a este lenguaje en “los augustos labios del Pontífice”,
según solía expresarse “L’Oservatore Romano” hasta los tiempos de Juan
XXIII, que cortó en seco con semejante estupidez en la forma de hablar.
No estoy exagerando. Y menos aún inventando cosas que no son verdad.
La semana pasada he estado en Italia dando unas conferencias. Y allí me
han dado cuenta de gente de mucho nombre y de mucho rango, en los
ambientes eclesiásticos y clericales, a quienes no les llega la camisa
al cuerpo. ¿Temen traslados? ¿Temen descensos? ¿Tienen
miedo a no alcanzar lo que ya creían estar tocando con punta de los
dedos? ¡Cualquiera sabe! Sea lo que sea, lo que parece no admitir duda
es que se está reproduciendo exactamente lo que insistentemente repiten
los evangelios: los sumos sacerdotes del tiempo de Jesús, con las otras
autoridades religiosas, senadores y letrados, “tenían miedo” (Mt 21, 26.
46; Lc 20, 19; Mc 11, 18; Lc 22, 2; Mc 11, 32; 12, 12). Miedo, ¿a quién? A la gente, al pueblo, a los pobres.
Así lo dicen los textos de los evangelios. Como dicen también que Jesús
les espetó en su cara que habían convertido el templo en una “cueva de
bandidos” (Mt 21, 13; cf. Jer 7, 11 par). Por eso el papa no ha tenido
reparo en repetir, refiriéndose a determinados clérigos actuales, que
son unos “ladrones”. Y Francisco añadía: “lo dice el Evangelio”.
Hay quienes se quejan de que este papa no toma decisiones. Porque no
quita a unos y pone a otros en los cargos más importantes de la Curia.
Nadie sabe lo que el papa Francisco piensa hacer. Lo que sabemos es lo
que ha hecho ya. Y, por lo menos hasta ahora, ha hecho dos cosas que
están a la vista de todos : 1) Ha adoptado una forma de vivir, que no es la que estábamos acostumbrados a ver en los papas hasta ahora. 2) Se ha puesto decididamente a favor de los pobres y habla muy duro en contra de los ricos y de los trepas que buscan poder y privilegios.
¿Se va a quedar en eso? Yo creo que no. Estamos empezando, nada más que empezando.
Y eso es lo que más miedo les da a algunos. Pero, en cualquier caso, no
vendrá mal recordar que Jesús hizo lo mismo que hasta ahora viene
haciendo este papa: llevar una vida austera y tener una libertad para
hablar y hacer ciertas cosas, que sacan de quicio justamente a los
mismos que sacó de quicio la conducta de Jesús. Francisco trae de cabeza
a los más observantes de no pocas tradiciones que en los sectores más
tradicionales de la Iglesia se consideraban intocables. Y mire Vd por
dónde las dos cosas que ya ha puesto en marcha Francisco - que son las
dos que puso en marcha Jesús - fueron (y siguen siendo) el motor de
cambio en la historia: 1) una forma de vivir sencilla y solidaria; 2) y
una opción preferente por los pobres, que descoloca a los privilegiados
e importantes, hasta ponerlos en el último lugar.
El papa Francisco no ha nombrado cargos ni ha tomado decisiones
clamorosas. Se ha limitado a poner en el centro de sus preocupaciones lo
mismo que puso Jesús: el sufrimiento de los pobres. Y
eso les ha metido el miedo en el cuerpo a los que anhelaban un papado
con otras pretensiones. Las pretensiones de los trepas y la ambición de
la observancia que bien puede ocultar una ética dudosa, quizá
contradictoria con la conducta de la gente honrada. Y termino: les
aseguro que me da lo mismo que el papa sea progresista o conservador. Lo
que me importa de verdad es que el papa Francisco se ha centrado y
concentrado en el Evangelio. No para de hablar de Jesús, de lo que hizo y
dijo Jesús. Tenga la ideología que tenga, si está identificado con Jesús, me siento espontáneamente identificado con el papa. Ni más ni menos que eso.
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