El convento franciscano, hoy
CON MOTIVO DE LOS 800 AÑOS DE LA VISITA DE SAN FRANCISCO A SANTIAGO DE COMPOSTELA |
La fecha de 1862 marca un antes y un después en la historia de esta
casa franciscana. Fue entonces cuando volvieron los frailes a Compostela. Un
determinado personaje de la ciudad iba a ser el especial propiciador de aquel
regreso; se llamaba Manuel García Pan, un hombre acaudalado que pertenecía a la
Orden Tercera. Fueron sus testamentarios, entre los que se encontraba un fraile
catedrático de la Universidad, Pedro Bartolomé Casal, los que lo hicieron
posible al adquirir tanto del Estado como de diferentes particulares, lo
desamortizado. Hay que decir, en este sentido, que no solo este convento se vio
beneficiado por esta acción, promovida desde los designios de García Pan, sino
que otros monumentos santiagueses, como el convento de San Agustín y el colegio
de las Huérfanas fueron también, por entonces, recuperadas partiendo de la misma
iniciativa.
Además los citados testamentarios llevaron a cabo otra gestión relevante consistente en conseguir del Gobierno la pertinente autorización para trasladar a esta ciudad, desde Priego, el único colegio de Misioneros de Tierra Santa y Marruecos y ese iba a ser el cometido principal al que iba a dedicarse, entonces, aquel antiguo convento. Todavía hoy puede verse una placa de mármol, a la entrada de la portería, que nos habla de tal función y que, según quedó escrito, debió de sustituir otra, que tenía el mismo texto: un “… rótulo de azulejo que hay en la entrada”, tal como Fernández Sánchez y Freire Barreiro escribían por 1885 en una magnífica Guía de Santiago, publicada por entonces.
Es más los años transcurridos entre 1862 y 1885 fueron suficientes para consolidar tal empresa, entendiéndose en aquel momento que era “… en la actualidad fecundo plantel de sabios y celosos misioneros de Tierra Santa”. Era pues ésta una casa de formación franciscana que tenía, además del noviciado, ochenta y cuatro celdas. Su función docente la iba a nutrir, desde un primer momento, de cátedras, biblioteca – entonces con 21000 ejemplares-, laboratorios de ciencias, museo misionero… Su archivo resultaba, sin embargo, diezmado. Obviamente, con el paso del tiempo, el número de celdas creció – en 1916 tenía 116, sin contar el noviciado- y la biblioteca los laboratorios iban a mejorar sus contenidos.
Deben destacarse, por otra parte, las obras de reparación realizadas en el convento, en años posteriores a su recuperación. El uso que se le había llegado a otorgar anteriormente fue, entre otros, el de cuartel de Caballería, lo que contribuyó a dañar sustancialmente al edificio, llegándose a utilizar la antigua Sala Capitular como caballeriza, según cuenta el padre Ferrando y Arnau por 1916; dicho espacio iba a ser restaurado por 1898, “poniéndole pavimento de asfalto”. Se continuaban, de este modo, las obras de recuperación hechas en el año 1897 en el primer claustro, el procesional, también conocido como el del Vía Crucis , cuyas catorce estaciones, dispuestas en la primera planta, se rezaban todos los viernes, o bien, en algunos casos, los sábados.
El claustro norte iba a ser objeto, igualmente, en los años 1912-1914, de importantes obras; fue entonces cuando se abrieron los intercolumnios de la parte alta, que estaban cerrados con mampostería, y se cubrió con una estructura férrica y cristal todo su espacio; de entonces proviene esa denominación de Claustro de Cristal.
Ya en otro orden de cosas, en 1885 en este contexto de cultivo del saber, se iba a iniciar la publicación de la revista “El Eco Franciscano”. Aún cuando su primer número se iba a imprimir en el Seminario Conciliar de Santiago, desde muy pronto los franciscanos dispondrán de imprenta; también se cuenta ahora con sello editorial propio que responde al mismo nombre: Editorial El Eco Franciscano. Por cierto, esta revista se publicará hasta el año 1968. Otra cabecera que cabe vincular a este convento es la de “Liceo Franciscano”, iniciada en 1930. Asimismo, en 1885, contaba el convento con taller de encuadernación y hasta otro dedicado al oficio de escultor en el que trabajaba, entonces, un fraile llamado Juan Rodríguez, con importante huella en la iglesia conventual.
Además se trabajaban aquí la huerta y prado propios cuya superficie fue cambiando a la medida de que se pudieron ir adquiriendo terrenos que, con la Desamortización, se había perdido; llegará, entonces, a tener, la parte relativa a la huerta, una superficie de tres hectáreas y será por 1885 cuando, aprovechando un manantial, se haga una fuente que facilite su riego. Se contaba, también, con una parte de prado, según se comprueba en un plano publicado en la citada Guía de Fernández Sánchez y de Freire Barreiro, de ese mismo año 1885, en donde pueden verse, dos corrientes - el “arroyo que atraviesa el prado”-, y otra amplia parcela que se reconoce como “Bosque antiguo del convento”.
Además los citados testamentarios llevaron a cabo otra gestión relevante consistente en conseguir del Gobierno la pertinente autorización para trasladar a esta ciudad, desde Priego, el único colegio de Misioneros de Tierra Santa y Marruecos y ese iba a ser el cometido principal al que iba a dedicarse, entonces, aquel antiguo convento. Todavía hoy puede verse una placa de mármol, a la entrada de la portería, que nos habla de tal función y que, según quedó escrito, debió de sustituir otra, que tenía el mismo texto: un “… rótulo de azulejo que hay en la entrada”, tal como Fernández Sánchez y Freire Barreiro escribían por 1885 en una magnífica Guía de Santiago, publicada por entonces.
Es más los años transcurridos entre 1862 y 1885 fueron suficientes para consolidar tal empresa, entendiéndose en aquel momento que era “… en la actualidad fecundo plantel de sabios y celosos misioneros de Tierra Santa”. Era pues ésta una casa de formación franciscana que tenía, además del noviciado, ochenta y cuatro celdas. Su función docente la iba a nutrir, desde un primer momento, de cátedras, biblioteca – entonces con 21000 ejemplares-, laboratorios de ciencias, museo misionero… Su archivo resultaba, sin embargo, diezmado. Obviamente, con el paso del tiempo, el número de celdas creció – en 1916 tenía 116, sin contar el noviciado- y la biblioteca los laboratorios iban a mejorar sus contenidos.
Deben destacarse, por otra parte, las obras de reparación realizadas en el convento, en años posteriores a su recuperación. El uso que se le había llegado a otorgar anteriormente fue, entre otros, el de cuartel de Caballería, lo que contribuyó a dañar sustancialmente al edificio, llegándose a utilizar la antigua Sala Capitular como caballeriza, según cuenta el padre Ferrando y Arnau por 1916; dicho espacio iba a ser restaurado por 1898, “poniéndole pavimento de asfalto”. Se continuaban, de este modo, las obras de recuperación hechas en el año 1897 en el primer claustro, el procesional, también conocido como el del Vía Crucis , cuyas catorce estaciones, dispuestas en la primera planta, se rezaban todos los viernes, o bien, en algunos casos, los sábados.
El claustro norte iba a ser objeto, igualmente, en los años 1912-1914, de importantes obras; fue entonces cuando se abrieron los intercolumnios de la parte alta, que estaban cerrados con mampostería, y se cubrió con una estructura férrica y cristal todo su espacio; de entonces proviene esa denominación de Claustro de Cristal.
Ya en otro orden de cosas, en 1885 en este contexto de cultivo del saber, se iba a iniciar la publicación de la revista “El Eco Franciscano”. Aún cuando su primer número se iba a imprimir en el Seminario Conciliar de Santiago, desde muy pronto los franciscanos dispondrán de imprenta; también se cuenta ahora con sello editorial propio que responde al mismo nombre: Editorial El Eco Franciscano. Por cierto, esta revista se publicará hasta el año 1968. Otra cabecera que cabe vincular a este convento es la de “Liceo Franciscano”, iniciada en 1930. Asimismo, en 1885, contaba el convento con taller de encuadernación y hasta otro dedicado al oficio de escultor en el que trabajaba, entonces, un fraile llamado Juan Rodríguez, con importante huella en la iglesia conventual.
Además se trabajaban aquí la huerta y prado propios cuya superficie fue cambiando a la medida de que se pudieron ir adquiriendo terrenos que, con la Desamortización, se había perdido; llegará, entonces, a tener, la parte relativa a la huerta, una superficie de tres hectáreas y será por 1885 cuando, aprovechando un manantial, se haga una fuente que facilite su riego. Se contaba, también, con una parte de prado, según se comprueba en un plano publicado en la citada Guía de Fernández Sánchez y de Freire Barreiro, de ese mismo año 1885, en donde pueden verse, dos corrientes - el “arroyo que atraviesa el prado”-, y otra amplia parcela que se reconoce como “Bosque antiguo del convento”.
TRAS
EL CONCILIO VATICANO II
La impronta conciliar iba a ser importante para en este espacio franciscano. La puesta en marcha del Centro Cultural Juan XXIII, bajo la dirección del padre Peteiro, como espacio de acogida y de formación profesional, nacerá en este contexto, como también el llamado Hogar San Francisco, con funciones de hostelería y residencia universitaria. También es ahora relevante la presencia de los franciscanos en los estudios compostelanos, prestando, en este sentido, servicios tanto en la Universidad como en el Instituto Teológico de Galicia. Será en estos momentos, concretamente por 1966, cuando fray Manuel Feijoo funde el Orfeón Terra a Nosa, al que dirige hasta 1984.
Y ya en el año 1984 se conoce lo dispuesto por el padre Juan R. de Legísima en su testamento: su voluntad que sea en Santiago en donde se funde un futuro Museo de Tierra Santa. Este fraile, que había sido Presidente de la Comisión Permanente de la Obra Pía de los Santos Lugares, había conseguido formar una muy importante colección de piezas que llegarán, por entonces, a Compostela
La impronta conciliar iba a ser importante para en este espacio franciscano. La puesta en marcha del Centro Cultural Juan XXIII, bajo la dirección del padre Peteiro, como espacio de acogida y de formación profesional, nacerá en este contexto, como también el llamado Hogar San Francisco, con funciones de hostelería y residencia universitaria. También es ahora relevante la presencia de los franciscanos en los estudios compostelanos, prestando, en este sentido, servicios tanto en la Universidad como en el Instituto Teológico de Galicia. Será en estos momentos, concretamente por 1966, cuando fray Manuel Feijoo funde el Orfeón Terra a Nosa, al que dirige hasta 1984.
Y ya en el año 1984 se conoce lo dispuesto por el padre Juan R. de Legísima en su testamento: su voluntad que sea en Santiago en donde se funde un futuro Museo de Tierra Santa. Este fraile, que había sido Presidente de la Comisión Permanente de la Obra Pía de los Santos Lugares, había conseguido formar una muy importante colección de piezas que llegarán, por entonces, a Compostela
EL
PRESENTE
Un plan director, promovido por el provincial José González González, va a ser capital para ahondar, en los últimos años, en lo previamente anhelado. Los franciscanos han conseguido, con su concreción, forjar un conjunto que procura la sostenibilidad económica cumpliendo, de forma ejemplar, su vocación religiosa. De este modo lo que fue Hogar San Francisco se ha convertido en el Hotel Monumento San Francisco que, con el ejercicio de sus funciones, consigue los fondos pertinentes para el mantenimiento del conjunto y, lo que es más importante, llevar adelante su quehacer social al servicio de los pobres, en su permanente labor de acogida a los sin techo, así como su labor como banco de alimentos y ropa, entre otras líneas de acción social.
También, en el ejercicio de la caridad franciscana, el peregrino tiene aquí un albergue al que suelen acceder, en los meses de verano, fundamentalmente aquellos que, llegando tarde a Compostela, no encuentran lugar en otros y que van a contar aquí con un espacio no solo para pernoctar sino también, si así lo quieren, para meditar, sea cual sea su credo, en los encuentros que se hacen cada noche en la capilla, buscando un sentido al camino y a la vida.
Y aquel museo de Tierra Santa, querido en los años ochenta, es una realidad hoy, brillante en su diseño y prácticamente único en sus contenidos a nivel europeo. En ningún lugar, como en Compostela y en Jerusalén, se trata tan amplia y certeramente, desde un punto de vista museístico, el conocimiento y la visualización de ese lugar en el que se fraguó el cristianismo y que, por eso, cabe considerarlo, en su género, de principal importancia.
La Biblioteca de la Provincia Franciscana de Santiago, por lo demás, amplia, notoriamente, sus fondos a lo largo del siglo XX y cabe reconocerlo entre las más importantes de Galicia, con sus más de 40.000 registros, algunos de ellos de los primeros tiempos de la historia de la imprenta.
Además el Archivo de la Provincia Franciscana de Santiago ha recibido, en los últimos años, importantes fondos que se están, actualmente, ordenando y catalogando; es el caso de los recopilados por el padre García Oro, a lo largo de su brillante, intensa y larga trayectoria como historiador del franciscanismo en España y, particularmente, en Galicia.
También se encuentran aquí los fondos del Museo de la Provincia Franciscana de Santiago, un proyecto que se inició en 1993, que cuenta con un fondo de 227 piezas y que, en la actualidad, ha de valorarse como una tarea a concretarse en un futuro que deseamos próximo; sería un magnífico legado de este centenario el que las administraciones públicas asumiesen, formalmente, el desarrollo de tal reto. Su concreción resulta, en todo caso, vital, en un momento en que el franciscanismo ha de concentrar su presencia en determinados lugares, en detrimento de su presencia en otros.
Un plan director, promovido por el provincial José González González, va a ser capital para ahondar, en los últimos años, en lo previamente anhelado. Los franciscanos han conseguido, con su concreción, forjar un conjunto que procura la sostenibilidad económica cumpliendo, de forma ejemplar, su vocación religiosa. De este modo lo que fue Hogar San Francisco se ha convertido en el Hotel Monumento San Francisco que, con el ejercicio de sus funciones, consigue los fondos pertinentes para el mantenimiento del conjunto y, lo que es más importante, llevar adelante su quehacer social al servicio de los pobres, en su permanente labor de acogida a los sin techo, así como su labor como banco de alimentos y ropa, entre otras líneas de acción social.
También, en el ejercicio de la caridad franciscana, el peregrino tiene aquí un albergue al que suelen acceder, en los meses de verano, fundamentalmente aquellos que, llegando tarde a Compostela, no encuentran lugar en otros y que van a contar aquí con un espacio no solo para pernoctar sino también, si así lo quieren, para meditar, sea cual sea su credo, en los encuentros que se hacen cada noche en la capilla, buscando un sentido al camino y a la vida.
Y aquel museo de Tierra Santa, querido en los años ochenta, es una realidad hoy, brillante en su diseño y prácticamente único en sus contenidos a nivel europeo. En ningún lugar, como en Compostela y en Jerusalén, se trata tan amplia y certeramente, desde un punto de vista museístico, el conocimiento y la visualización de ese lugar en el que se fraguó el cristianismo y que, por eso, cabe considerarlo, en su género, de principal importancia.
La Biblioteca de la Provincia Franciscana de Santiago, por lo demás, amplia, notoriamente, sus fondos a lo largo del siglo XX y cabe reconocerlo entre las más importantes de Galicia, con sus más de 40.000 registros, algunos de ellos de los primeros tiempos de la historia de la imprenta.
Además el Archivo de la Provincia Franciscana de Santiago ha recibido, en los últimos años, importantes fondos que se están, actualmente, ordenando y catalogando; es el caso de los recopilados por el padre García Oro, a lo largo de su brillante, intensa y larga trayectoria como historiador del franciscanismo en España y, particularmente, en Galicia.
También se encuentran aquí los fondos del Museo de la Provincia Franciscana de Santiago, un proyecto que se inició en 1993, que cuenta con un fondo de 227 piezas y que, en la actualidad, ha de valorarse como una tarea a concretarse en un futuro que deseamos próximo; sería un magnífico legado de este centenario el que las administraciones públicas asumiesen, formalmente, el desarrollo de tal reto. Su concreción resulta, en todo caso, vital, en un momento en que el franciscanismo ha de concentrar su presencia en determinados lugares, en detrimento de su presencia en otros.
EN
EL OCTAVO CENTENARIO
Los franciscanos celebran en los años 2014-2015 su particular conmemoración de su venida a Galicia, allá por 1214. Y lo hacen, fundamentalmente, cumpliendo cada día con sus funciones. Además, desarrollan un programa específico de actividades evocadoras del acontecimiento en cuestión; quedan, así, por delante, y por ejemplo, las siguientes: el 2 de Agosto, el Perdón de Asís; el 4 de octubre, la Bendición de animales en el Campillo. Y, también, en junio, la Marcha por la Paz. Además se volverá a rememorar una práctica de antaño: la tradición de los peces…
También el convento de San Francisco entrega la “Cotolaya”; a quien peregrina hasta su iglesia compostelana, como certificado de su presencia, se entregan, en la sacristía, entre las 10 y 11 de la mañana y las 5 y 7 de la tarde. Y ahí esta, por lo demás, su iglesia, abierta al culto.
Los franciscanos celebran en los años 2014-2015 su particular conmemoración de su venida a Galicia, allá por 1214. Y lo hacen, fundamentalmente, cumpliendo cada día con sus funciones. Además, desarrollan un programa específico de actividades evocadoras del acontecimiento en cuestión; quedan, así, por delante, y por ejemplo, las siguientes: el 2 de Agosto, el Perdón de Asís; el 4 de octubre, la Bendición de animales en el Campillo. Y, también, en junio, la Marcha por la Paz. Además se volverá a rememorar una práctica de antaño: la tradición de los peces…
También el convento de San Francisco entrega la “Cotolaya”; a quien peregrina hasta su iglesia compostelana, como certificado de su presencia, se entregan, en la sacristía, entre las 10 y 11 de la mañana y las 5 y 7 de la tarde. Y ahí esta, por lo demás, su iglesia, abierta al culto.
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