Gn 3,9-15.20: “La madre de todos los que
viven”
Ef 1, 3-6.11-12: “Dios nos eligió en la
persona de Cristo”
Lc 1,26-38: “Hágase en mí según tu palabra”
DICIEMBRE
8 Inmaculada Concepción de Santa María
Virgen
En aquel
tiempo envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a
visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse
con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde
ella estaba, y le dijo: “¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está
contigo”. Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba
qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “María, no tengas miedo, pues
tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás
por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo:
y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre
en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin”. María preguntó al ángel:
“¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?”. El ángel le
contestó: “El Espíritu Santo se posará sobre ti y el poder del Dios altísimo se
posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado
Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a
tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace
seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. Entonces María dijo: “Soy la
esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!”. Con esto, el
ángel se fue.
Preparación:
En
el Aula Magna de la Universidad Ponrificia de Salamanca, la pintura del frente
refleja la sesión V del Concilio de Trento, sobre el pecado original, del cual
fue exenta la Inmaculada Virgen María, que preside la escena. En el tiempo del Adviento, la fiesta
de la Concepción Inmaculada de María nos alienta en el camino de la esperanza.
Dios ha querido ofrecer a la humanidad un icono de la perfección, de la
limpieza y de la belleza. Así lo predicó en este día de 1959 el cardenal
Montini, arzobispo de Milán y futuro papa Pablo VI. Nuestra oración de hoy
brota de la íntima alegría de saber que nuestra humanidad está llamada a
realizar esos altos ideales.
Lectura:
Hoy
se proclama el relato evangélico de la Anunciación a María. En él escuchamos
las palabras que el ángel del Señor dirige a María de Nazaret: “María, no
tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios”. Ese saludo convierte a María en
imagen de todo el género humano. Con él se inicia el gran Adviento de la historia
humana. Con él renace la esperanza. La humanidad no tiene nada que temer de la
divinidad. Dios no es un enemigo de la causa y de la libertad humana. Por medio
de María, Dios nos ofrece su amable cercanía. Lo que perdió EVA, “la madre de
todos los que viven”, ha sido felizmente recuperado gracias al AVE que el ángel
Gabriel dirige a María.
Meditación: Desde lo más hondo de su existencia,
María refleja fielmente la misericordia de Dios y sabe traducirla en fidelidad.
Dios nos crea y nos sostiene. María fue siempre fiel al proyecto de Dios.
También a nosotros, Dios se nos da gratis, pero espera nuestra respuesta. La
sintonía de María con la salvación ofrecida por Dios a la humanidad es un don
gratuito, pero encontró en ella una respuesta libre y generosa. Muy pobre es
nuestra fe si no es capaz de superar el temor y no nos ayuda a aceptar el don
de la gracia que Dios nos ofrece cada día. En la misa de la clausura del
Concilio, el día 8 de diciembre de 1965, el mismo papa Pablo VI nos decía que
“la belleza de María Inmaculada se convierte para nosotros en un modelo
espiritual, en una esperanza confortadora”.
Oración:
“Oh
Dios, por la concepción inmaculada de la Virgen María preparaste a tu hijo una
digna morada. En previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo
pecado. A nosotros concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas
nuestras culpas. Amén”.
Contemplación:
Hoy
nuestro corazón se esponja en la contemplación de Dios, que decide ofrecer a la humanidad un rayo de esperanza.
Con las palabras del prefacio de la misa de esta solemnidad nos gozamos en la
limpieza de María: “Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el
Cordero inocente. Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de
gracia y ejemplo de santidad”.
Acción:
Dediquemos
hoy algún tiempo a tratar de descubrir los signos de esperanza que se
encuentran en nosotros mismos, en los demás y en toda la humanidad. Y demos
gracias a Dios por todos ellos.
José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario