sábado, 17 de enero de 2015

REFLEXIÓN-DOMINGO 2º TIEMPO ORDINARIO.B. 18 de enero de 2015



LA LLAMADA Y EL ANUNCIO

“Aquí estoy. Vengo porque me has llamado”. Hasta tres veces repite el niño Samuel estas palabras que se recogen en la prime  lectura de la misa de hoy (1Sam 3,3-10.19). La escena se sitúa en el Santuario de Silo. El pequeño oye que alguien le llama durante la noche y acude presuroso a ponerse a las órdenes del sacerdote Elí.
Pero no es el sacerdote quien le ha llamado. Él es el primero en comprender que esa  voz misteriosa viene de lo alto. El niño ha sido elegido por el Señor. Así que cuando de nuevo le despierta la voz que le llama, Samuel pronuncia la oración que le ha sugerido el mismo Elí: “Habla Señor que tu siervo escucha”.
A lo largo de nuestra vida hemos meditado muchas veces esas palabras del pequeño Samuel. Y las hemos adoptado como modelos de oración. También nosotros nos ponemos a disposición del que nos ha llamado. Sabemos que nuestra vida puede cambiar totalmente si escuchamos con atención la voz del que nos habla en la noche. 

LA BÚSQUEDA

También el evangelio que hoy se proclama nos ayuda a repensar el misterio de la llamada. Juan Bautista descubre entre sus oyentes a Jesús y lo presenta como el Cordero de Dios. Dos de sus discípulos, Andrés y otro de ellos, dejan al Bautista y lo siguen. “¿Qué buscáis?” Esa pregunta de Jesús se dirige a todos nosotros.
En realidad, esa pregunta se dirige a toda la humanidad. Cada uno de nosotros se define por sus búsquedas. Nuestros afanes de cada día revelan nuestros intereses. Aunque no queramos admitirlo, dejan al descubierto nuestras necesidades más hondas. Y esa idea escondida y profunda que tenemos de nosotros mismos. Nuestro yo ideal.
Los dos discípulos preguntan a Jesús donde vive. Y él responde con una invitación: “Venid y lo veréis”. Como sabemos, Jesús no tiene dónde reclinar su cabeza. Aquel encuentro con Jesús debió de llevarles a comprender  que lo importante de Jesús no era lo que tenía, sino lo que era. Una importante lección que el Maestro guarda también para nosotros.

EL ENCUENTRO

Pero los dos curiosos discípulos de Juan aprendieron bien esa lección. Comprendieron que su aprendizaje junto al Precursor los llevaba definitivamente hacia el Anunciado. Algo podemos percibir por la frase que Andrés dirige a su hermano Simón:
• “Hemos encontrado al Mesías”. Su curiosidad no ha sido en vano y se ha visto coronada por un premio no esperado. Los dos discípulos del Bautista han pasado ya de la búsqueda al encuentro, del Siervo al Señor y del profeta al Mesías.
• “Hemos encontrado al Mesías”. Él pequeño Samuel había escuchado la voz de Dios durante la noche y en el ámbito sagrado del santuario. Los discípulos de Juan han encontrado al que es la Palabra de Dios a pleno día y en el espacio abierto entre el río y el desierto. 
• “Hemos encontrado al Mesías”. El niño Samuel oyó una voz de Dios que había de transmitir al sacerdote Elí. Los discípulos de Juan escucharon al enviado de Dios y supieron que habían de anunciar  a los demás aquel encuentro.
- Señor Jesús, tú sabes que nuestras búsquedas nos dejan siempre insatisfechos. Pero nosotros sabemos y confesamos que tú eres la meta de nuestra búsqueda. Mándanos ir a tí para que podamos anunciarte a nuestros hermanos. Amén.

                                                                        José-Román Flecha Andrés

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