miércoles, 11 de marzo de 2015

REFLEXIÓN-DOMIN GO 4º DE CUARESMA 15 de marzo de 2015


                           El Monte Nebo (Jordania) recuerda el lugar donde Yahvé mostró a Moises la Tierra Prometida,

       EL SIGNO DE LA SERPIENTE

“El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra” (2Cr 36,23). Así habla Ciro, rey de los persas. Sus palabras se repiten al principio del libro de Esdras. La conquista de Babilonia por parte de Ciro es una buena noticia para los hebreos. Termina el tiempo de su exilio y se anuncia la posibilidad de retornar a Jerusalén y reedificar el templo.  
El segundo libro de las Crónicas presenta el exilio como un castigo de Dios por los pecados de su pueblo y por la dureza del corazón de sus gentes. Dios siempre había tenido  compasión de su pueblo. Por eso le había enviado mensajeros, pero las gentes se burlaron de ellos y despreciaron a los profetas.
A pesar de todo, prevalece la misericordia del Señor. Ciro es su mensajero. Y el gran rey reconoce que solo de Dios le ha venido el imperio. Así que Ciro aparece como un salvador enviado por el mismo Dios. Con él se empieza a entrever la continuidad de las instituciones davídicas.  

VIDA ETERNA

Cuatro palabras se repiten una y otra vez en el evangelio de Juan que se proclama en este cuarto domingo de Cuaresma: la salvación y la creencia, la vida eterna y la luz (Jn 3, 14-21).
• La salvación es liberación del mal. En el diálogo con Nicodemo, Jesús se compara con la serpiente de bronce que Moisés había levantado en el desierto. Los que volvían a ella sus ojos reconocían sus propios pecados. En Jesús levantado en alto descubrimos la misericordia de Dios que perdona nuestros pecados. “Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. 
• En esta primera mención a la fe, hasta cinco veces se habla de la necesidad de “creer” en Jesús y en su nombre, es decir en su misión. Esa es la actitud fundamental y necesaria para la salvación: “El que cree en él no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
• La vida eterna es un don que Dios entrega a los creyentes por medio de Jesús. O mejor, Jesús es el verdadero don de Dios. Quien crea en él tendrá vida eterna. La entrega de Jesús es signo del amor de Dios: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.

LA LUZ Y LA VERDAD

La cuarta palabra que emplea este texto del evangelio de Juan es la luz. Los hombres a veces la detestan. Otras veces prefieren las tinieblas. Pero algunos se acercan a la luz.  Evidentemente, la luz no es algo, sino alguien. Con ella se identifica Jesús. 
• Detestan la luz todos aquellos que obran perversamente, porque no quieren verse acusados por la maldad de sus acciones u omisiones
• Prefieren las tinieblas a la luz todos aquellos que en el fondo de su conciencia han llegado a descubrir que sus obras son malas.
• Y se acercan a la luz los que realizan la verdad. La verdad no es algo que se conoce o se sabe. La verdad se practica cuando las obras son hechas según los planes de Dios.
- Padre santo, que tu Espíritu nos ayude a practicar la verdad, amar la luz y creer en tu Hijo Jesucristo, para que su salvación nos dé vida eterna. Amén
                                                                                                  José-Román Flecha Andrés

No hay comentarios:

Publicar un comentario