jueves, 7 de enero de 2016



REFLEXIÓN- FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. C 10 de enero de 2016

LA NUEVA VIDA
 “Aquí está vuestro Dios, aquí está el Señor; viene con poder y brazo dominador; viene con él su salario, le precede la paga”. Estas palabras se encuentran en el poema del libro de Isaías que se lee en esta fiesta del Bautismo de Señor (Is 40, 1-5. 9-11). Al pueblo que retorna del cautiverio en Babilonia una voz le invita a acoger al Señor.
Junto a la imagen de la fuerza y el poder, el pregonero ofrece otra imagen de amor y de ternura: “Apacienta como un pastor a su rebaño y amorosamente lo reúne; lleva en brazos los corderos y conduce con delicadeza a las recién paridas”. El pueblo redimido de la servidumbre puede recordar su  pasado pastoril.
Todo indica que comienza un nuevo tiempo después del exilio. Un tiempo marcado por los signos del encuentro y la fraternidad, de la seguridad y la esperanza. Una nueva vida.

LA CORREA DE LAS SANDALIAS

El evangelio que hoy se proclama se divide en dos partes, paralelas y complementarias. En la primera parte se recuerda el bautismo con el que Juan anunciaba la llegada de otro más fuerte que él. Aquel profeta no osaba siquiera compararse con los esclavos que ataban y desataban la correa de las sandalias de sus amos   (Lc 3,15-16).
Como Juan Bautista, la Iglesia sabe que ella no puede salvar. Ha sido llamada a prestar un humilde servicio a su Señor. Y ha sido enviada a preparar los caminos de los que esperan de Él la salvación. Nadie nos puede salvar sino el Señor de la vida y de la libertad.
Juan bautizaba a sus oyentes con agua. El rito significaba la purificación necesaria para preparar los caminos del Señor. No podía haber conversión sin la purificación del pecado. Sería bueno repetirlo en presente. Tampoco ahora habrá conversión sin aceptar la purificación. Bueno es recordarlo en el Año Santo de la Misericordia.

LA ORACIÓN Y EL AMOR

En la segunda parte del evangelio de hoy se nos invita a asistir a la escena del bautismo de Jesús (Lc 3, 21-22). En pocas palabras el texto sugiere muchas cosas:
• “Mientras Jesús oraba se abrió el cielo”. Los cristianos nos dirigimos a Jesús en nuestra oración. Pero no podemos dejar de ver en él al gran orante. En su oración se abrían los cielos. Es decir, para él y para nosotros, la oración es el acceso a Dios.
• “El Espíritu bajó sobre él como una paloma”. Tras el diluvio, la paloma buscó una tierra donde posarse. Ahora comprendemos que Jesús es la nueva tierra, la promesa y la realidad de una nueva creacion: de una nueva vida.
• Una voz que venía del cielo lo reconoce como el Hijo amado. Jesús es el Hijo predilecto del Padre. En él se revela el amor del Padre. Y en él, nuestro hermano y Señor, también nosotros nos reconocemos como hijos de Dios.
- Señor Jesús, Hijo de Dios y Señor nuestro. En tu bautismo reconocemos el misterio y la belleza de nuestro propio bautismo. Que el agua y el Espíritu nos ayuden a vivir la nueva vida de los  verdaderos hijos del Padre.   Amén.
                        José-Román Flecha Andrés




CADA DIA SU AFÁN 9 de enero de 2016

        DE LA SOLIDARIDAD A LA FRATERNIDAD
 En el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año 2016 el papa Francisco  ha denunciado la presencia de la indiferencia en nuestros corazones y en nuestras comunidades. Indiferencia hacia Dios que, irremediablemente, se traduce en indiferencia hacia los demás.
El mensaje recuerda el texto bíblico sobre Caín y Abel para invitarnos a vivir la fraternidad. También nos recuerda la parábola del buen samaritano. Con ella Jesús exhorta a sus discípulos a  no “detenerse ante los sufrimientos de este mundo para aliviarlos, ante las heridas de los demás para curarlas”.
El mensaje nos recuerda que  la misericordia refleja el corazón mismo de Dios. “Por ello debe ser también el corazón de todos los que se reconocen miembros de la única gran familia de sus hijos; un corazón que late fuerte allí donde la dignidad humana —reflejo del rostro de Dios en sus creaturas— esté en juego”.
 Se requiere una conversión del corazón para vivir la solidaridad, esa “actitud moral y social que mejor responde a la toma de conciencia de las heridas de nuestro tiempo y de la innegable interdependencia que aumenta cada vez más, especialmente en un mundo globalizado”.
 Ante la amenaza de la globalización de la indiferencia, todos hemos de colaborar en la promoción de una cultura de la solidaridad. Según el Papa hay muchas personas y   asociaciones que “ayudan a los emigrantes que atraviesan desiertos y surcan los mares en busca de mejores condiciones de vida. Estas acciones son obras de misericordia, corporales y espirituales, sobre las que seremos juzgados al término de nuestra vida”.
Entre las personas que prestan ayuda a los refugiados, a las minorías étnicas y religiosas, anota él que “hay también muchos sacerdotes y misioneros que, como buenos pastores, permanecen junto a sus fieles y los sostienen a pesar de los peligros y dificultades, de modo particular durante los conflictos armados”.
La superación de la indiferencia genera la solidaridad y ésta es el camino para la paz.  “En el espíritu del Jubileo de la Misericordia, cada uno está llamado a reconocer cómo se manifiesta la indiferencia en la propia vida, y a adoptar un compromiso concreto para contribuir a mejorar la realidad donde vive”.
El mensaje toca algunos grupos concretos de las personas  más frágiles en la sociedad, como los encarcelados, los emigrantes, los desempleados y los enfermos.   En este contexto, el Papa renueva el “llamamiento a las autoridades estatales para abolir la pena de muerte allí donde está todavía en vigor, y considerar la posibilidad de una amnistía”.
La riqueza del mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año 2016 puede constituir un indispensable manual de reflexión para las personas y las diversas agrupaciones cristianas. El año de la misericordia ha de ayudarnos a todos a intentar superar la tentación de la indiferencia para vivir en la fraternidad.





































No hay comentarios:

Publicar un comentario