martes, 1 de marzo de 2016

CADA DÍA SU AFÁN 5 de marzo de 2016
                                                  
POLÍTICA Y BIEN COMÚN

Hay muchas lecciones que podemos aprender del reciente viaje del Papa Francisco a México.
En primer lugar, vemos que un país que se autodefine como laico en sus instituciones civiles, ha acogido en el Palacio Nacional al obispo de Roma. Los mexicanos no han visto como contradictorio que un líder religioso de este rango pueda ser invitado a dirigir su palabra a los representantes de toda la República Mexicana.
En su discurso el Papa alude varias veces a la multiplicidad y diversidad de culturas que contribuyen a dar a un pueblo “una identidad propia, que le posibilita contar con una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar. La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es, por lejos, uno de sus mayores recursos biográficos”.
Por otra parte, el Papa ha subrayado la importancia de contar con una amplia población juvenil, que “permite pensar y proyectar un futuro, un mañana, de esperanza y proyección. Un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente”.
Claro que es importante la ética a la hora de pensar en “un futuro esperanzador que se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este bien común que en este siglo XXI no goza de buen mercado”. Con alusiones fácilmente comprensibles, añadía el Papa que “cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Ahora bien, para superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, “es necesario el acuerdo de las instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona”.
Son necesarias “nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario”. El compromiso de todos, comenzando por los cristianos, ha de generar una política auténticamente humana y una sociedad que supere la cultura del descarte.
Según el Papa, todos los ciudadanos tienen derecho a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. Para lograr el disfrute efectivo de esos bienes, además de la ayuda de las leyes, hace falta la responsabilidad personal de cada uno y el respeto del otro. La fe católica no será un obstáculo para la convivencia. Al contrario, puede colaborar a la edificación de la civilización del amor.

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